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Fernando el Católico
Fernando el Católico, nacido en 1452, fue rey de Aragón y, junto a su esposa Isabel la Católica, desempeñó un papel fundamental en la unificación de España. Su matrimonio en 1469 con Isabel de Castilla marcó el inicio de una alianza política que consolidó los reinos ibéricos bajo una sola corona. Fernando fue un hábil diplomático y militar, participando en la Guerra de Granada, que culminó en 1492 con la conquista del último bastión musulmán en la península ibérica.
Además de sus logros militares, Fernando promovió la expansión de España en el extranjero, apoyando los viajes de exploración, como el de Cristóbal Colón. También se le atribuyen importantes reformas administrativas y económicas, modernizando el sistema tributario y fortaleciendo la administración real. Su reinado se caracterizó por la creación de la Santa Inquisición, que buscaba mantener la pureza de la fe católica en el reino.
Fernando también tuvo que lidiar con conflictos internos, como la revuelta de los comuneros, y manejó habilidosamente las relaciones con otros países europeos, logrando establecer alianzas estratégicas. Tras la muerte de Isabel en 1504, continuó gobernando y defendiendo los intereses de España hasta su muerte en 1516. Su legado incluye la consolidación de España como una potencia en Europa y el inicio de su expansión colonial en el Nuevo Mundo.
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Fernando y Juana (...
Juana la Loca, nacida en 1479, fue la hija de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. Desde temprana edad, fue prometida al archiduque Felipe el Hermoso de Austria, y su matrimonio en 1496 fue motivado por razones políticas para fortalecer las alianzas en Europa. Juana era conocida por su belleza, pero también por su carácter melancólico y posesivo, lo que llevó a que se la considerara "loca" debido a su intensa pasión por Felipe.
Tras la muerte de su madre en 1504, Juana se volvió más vulnerable emocionalmente, y la muerte de Felipe en 1506 la sumió en una profunda depresión. A partir de ese momento, fue recluida por su padre, quien temía que su salud mental afectara el reino. Fernando la declaró incapaz de gobernar y se hizo cargo de la regencia de Castilla.
A pesar de ser reconocida como reina, Juana no pudo ejercer el poder y pasó la mayor parte de su vida en aislamiento en el Palacio de Tordesillas. Su historia se ha interpretado de diversas maneras, desde la visión de una mujer trágica atrapada en circunstancias adversas hasta el análisis de su salud mental en un contexto histórico complicado. Juana falleció en 1555, y su legado se ha visto marcado por su vida llena de sufrimiento y el estigma de su apodo.