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Juana la Loca, nacida en 1479, fue la hija de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. Desde temprana edad, fue prometida al archiduque Felipe el Hermoso de Austria, y su matrimonio en 1496 fue motivado por razones políticas para fortalecer las alianzas en Europa. Juana era conocida por su belleza, pero también por su carácter melancólico y posesivo, lo que llevó a que se la considerara "loca" debido a su intensa pasión por Felipe.
Tras la muerte de su madre en 1504, Juana se volvió más vulnerable emocionalmente, y la muerte de Felipe en 1506 la sumió en una profunda depresión. A partir de ese momento, fue recluida por su padre, quien temía que su salud mental afectara el reino. Fernando la declaró incapaz de gobernar y se hizo cargo de la regencia de Castilla.
A pesar de ser reconocida como reina, Juana no pudo ejercer el poder y pasó la mayor parte de su vida en aislamiento en el Palacio de Tordesillas. Su historia se ha interpretado de diversas maneras, desde la visión de una mujer trágica atrapada en circunstancias adversas hasta el análisis de su salud mental en un contexto histórico complicado. Juana falleció en 1555, y su legado se ha visto marcado por su vida llena de sufrimiento y el estigma de su apodo.
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